Traducción de las explicaciones de Markus Brüderlin
La luz probablemente es la cosa más básica, más elemental de la existencia. Sin luz no sólo todo estaría en la oscuridad sino que tampoco existiría vida en el universo. Ha sido siempre fuente de inspiración para los artistas el acercarse a la auténtica naturaleza de la luz, a los confines de la luz. Empezó con el Impresionismo en el s. XIX, cuando los artistas intentaron liberar la luz del lienzo y transferirla a una tercera dimensión. En los (años) 60, los artistas actuales empezaron a fijarse en la luz coloreada, en los efectos que la luz tendría dentro de un espacio dado. Y el clímax de este proceso de liberar a la luz de su fuente y dejarla difundirse libremente a través de una habitación es la esencia de James Turrell.
En Wolfsburg hemos montado la más extensa instalación de Turrell que jamás haya sido expuesta en un Museo. En el “Proyecto Wolfsburg”, en el primer espacio, llamado Ganzfeld, en este paseo por una escultura de luz ocurre un extraño fenómeno. En el “reconociendo el espacio” donde estoy ahora y en el “sintiendo el espacio” al cual uno se acerca, pero que no es accesible y tampoco comprensible en sus dimensiones porque los límites del espacio son borrosos, uno tiene el sentido de infinito.
En la segunda sala percibimos un cuadro en la pared de dos dimensiones, pero en realidad no es un cuadro como creíamos, sino una habitación cuya luz no se proyecta al exterior y de pronto la superficie se convierte en una habitación. La misma imagen se convierte en algo por lo que puedes pasear. Animar la imagen, representa un momento crucial en la historia del arte moderno. Y nadie lo ha conseguido de un modo tan imprevisible como James Turrell.
Turrel, por supuesto, tiene raíces, raíces en la historia del arte. Él representa la cumbre de un proceso que empezó con la abstracción del recuadro pintado, que continúa con las pinturas de Mark Rothko, con sus grandes campos de color, o en el Minimalismo con Barnett Newman o Ad Reinhardt y finalmente con el Land Art.
El cráter Roden es probablemente la mayor obra de arte hecha por un artista contemporáneo en este planeta. Turrell es un apasionado piloto y a principios de los setenta, cuando estaba buscando un nuevo estudio, con su avioneta exploró durante varios cientos de horas de vuelo el área comprendida entre Canadá y Nuevo Méjico. Finalmente encontró cerca de Flagstaff, justo en el centro de Arizona, en la meseta del Colorado, este cráter volcánico. Desde entonces ha estado volviendo a este volcán, un observatorio de la luz que puede compararse a Stonehenge o a las pirámides de Giza.
Sin embargo, las influencias de Turrell no se encuentran necesariamente en la historia del arte, sino más bien en la arquitectura celeste de varias civilizaciones adelantadas. Un objeto que siempre fascinó a Turrell es el cenotaño (o sepulcro honorario) de Étienne Boullée que imaginó una esfera inmensa de 525 pies de diámetro completamente oscura, con un cielo nocturno recreado en su interior.
La exposición “Proyecto Wolfsburg” no sólo consiste en las grandes instalaciones luminosas que hemos visto sino también en otros trabajos sobre la luz de James Turrell. El “Espacio Wedgework”, la otra gran instalación de Turrell creada especialmente para Wolfsburg, es una obra que opera con un mínimo de luz. Uno entra en una habitación oscura y los ojos lentamente se habitúan al entorno y en este proceso de adaptación ocurrirá un fenómeno, se verán cosas que realmente no están allí. Cosas que los ojos, es decir, la mente produce.
En la era de las webs puede pensarse que todo puede conseguirse, que todo puede ser experimentado vía Internet. Las cosas que se experimentan aquí, conectando con uno mismo, con la infinitud de un espacio dado, son totalmente únicas y requieren que uno venga y experimente por sí mismo.
FUENTE: Arsgravis.com, http://www.arsgravis.com/detall.php?id=305
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